La ruta que lleva a la Laguna de los Tres, a los pies del Fitz Roy, es una de las más concurridas del Chaltén y la que ofrece, si hace buen tiempo, la mejor panorámica del macizo.
Globo granate: El Chaltén / amarillo: Hostería El Pilar / verde: Glacier Piedras Blancas / azul: Campamento Poincenot / morado: Laguna de los Tres / negro: Laguna Capri
El tiempo no mejoraba y a nosotros se nos acababan las oportunidades de realizar esta excursión, así que tras tres días esperando inútilmente un cielo despejado al cuarto decidimos intentar la subida hasta la Laguna de los Tres sin demasiadas esperanzas ni de acabarla ni de tener una bonita panorámica de las montañas en caso de conseguirlo visto que seguían envueltas en una espesa niebla.
Para que fuera más llevadera recurrimos otra vez a Las Lengas que nos llevó hasta la Hostería El Pilar, desde donde parte un camino más corto y más llano que desde El Chaltén. La idea de hacerlo al revés, es decir subir desde el pueblo y esperar el transporte de vuelta en la Hostería no era factible porque la empresa no presta este servicio. En realidad, lo suyo es hacer la ruta completa yendo y volviendo por el mismo sitio, pero con el objetivo de ahorrar algo de energía para intentar emprender la subida optamos por hacer un tramo en vehículo motorizado.
Iniciamos pues la caminata desde la Hostería con las montañas como marco por un bonito bosque de lengas hasta la primera parada obligada, el Mirador del Glaciar Piedras Blancas, a tan sólo cuatro kilómetros de distancia y tan fácil que se recomienda para familias con niños.
Seguimos hacia adelante con el objetivo puesto en el Campamento Poincenot, el punto en el que está la bifurcación para emprender la subida hasta la base de la montaña. El bosque de lengas desapareció durante un rato para dejar paso a un paisaje estepario muy patagónico casi llegando al camping.
Descansando al lado del Río Blanco llegó el momento crucial de decidir si finalmente me atrevía a culminar la excursión hasta la laguna de los Tres, que en su último kilómetro tiene cuatrocientos metros de desnivel y está calificada como de dificultad muy alta, información disuasoria donde las haya para alguien como yo, que en absoluto estoy acostumbrada a este tipo de actividades. Tomando como punto de referencia la de la laguna Torre, que me pareció bastante asequible pese a que se la considera de dificultad alta, y teniendo en cuenta la cantidad de gente que volvía entera y sin síntomas visibles de agotamiento, empecé a convencerme de que tenía alguna posibilidad. Además, interpreté la aparición de dos águilas como un buen presagio conforme a las creencias de los romanos, así que me lancé a la aventura sin darle más vueltas.
El tiempo a ratos parecía que nos era favorable y eso ayudó a que el inicio de la senda se hiciera bastante llevadero, animados por la idea de que a lo mejor podríamos ver la montaña en su plenitud. Si a eso le sumamos el hermoso escenario que teníamos a nuestros pies, entonces la excursión estaba saliendo mejor de lo que esperaba.
Aunque aquello estaba más concurrido que las Ramblas, a mí empezó a parecerme realmente duro, no tanto por la subida sino por el pedregal que tenía rocas más altas que mi pierna y me dificultaban enormemente la caminata. Al final la hora prevista se convirtió en dos, que es lo que tardamos en llegar hasta la laguna de los Tres, cuyo nombre se refiere a los tres montañeros franceses que escalaron el Fitz Roy en 1952 por primera vez.
Una subida extenuante en la que casi muero y que no tuvo la recompensa esperada pues la idílica imagen del monte Fitz Roy reflejada en el lago ese día no estaba operativa.
Agotada por la excursión desistí de llegar hasta la laguna Sucia, tal y como nos había recomendado una senderista que bajaba, pues no me veía con fuerzas para seguir ni un metro más, en contraste con el que sí las tuvo para entretenerse en hacer un muñequito de nieve.
La bajada fue aún peor que la subida y la idea de que una vez abajo aún quedaban ocho kilómetros para llegar al Chaltén no era el mejor estímulo, pero sacando fuerzas de flaqueza fuimos derechitos hasta la laguna Capri, donde nos tomamos un pequeño descanso en su preciosa playita.
A la izquierda apareció el Río de las Vueltas, que ya habíamos visto varias veces pero desde este punto teníamos la mejor panorámica.
Por fin de vuelta en El Chaltén, tras unas diez horas caminando, lo único que quedaba por hacer era celebrar que había vuelto sana y salva pero el restaurante de esa noche, pese a su buena puntuación en Tripadvisor, no resultó tan bueno como los anteriores, ni en calidad de la comida ni como local pues hasta pasé frío: Restaurante Techado Negro
Al día siguiente nos despedimos del Chaltén para dirigirnos hacia El Calafate en el autobús de la empresa Las Lengas. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando desde el hotel vimos que el macizo del Fitz Roy estaba en todo su esplendor iluminado por un sol como no lo habíamos disfrutado los cuatro días anteriores.
Contentos por haberlo visto pero disgustados por haber llegado un día tarde, emprendimos el viaje hacia El Calafate y saliendo del Chaltén el autobús se paró en el mirador que hay a la entrada del pueblo para que pudiéramos echar un último vistazo a tan imponente cadena montañosa y despedirnos de un paisaje que no tiene rival.
Elegimos el transporte con Las Lengas porque era más barato y también porque a medio camino hace una breve parada en el Hotel La Leona, emblemático y curioso parador en medio de la nada más absoluta. Muy famoso pero a mí no me pareció nada especial más allá de su emplazamiento.
Mientras esperábamos a reemprender el viaje una simpática cabrita vino a saludarnos y al mismo tiempo nos entretuvimos frente a uno de los muchos indicadores de distancias que nos fuimos encontrando por toda Argentina y que sirven para recordanos lo lejos que estamos de casa.
Finalizaba así esta etapa patagónica de cuatro días en El Chaltén con un sabor agridulce, ya que esta zona del norte del Parque Nacional Los Glaciares merece todos los elogios y aún más, pero la mala suerte de haber podido contemplar el Fitz Roy en todo su esplendor sólo cuando nos marchábamos fue la nota triste del viaje, máxime teniendo en cuenta que le dedicamos más tiempo que a ningún otro sitio.
No quiero acabar esta entrada sin hacer referencia al nombre del Fitz Roy, bautizado así por el Perito Moreno en honor del capitán del Beagle pero cuya denominación en lengua tehuelche es precisamente Chaltén, que significa “montaña humeante”. Se está intentando recuperar el uso de su nombre primitivo pero es algo que parece difícil de conseguir visto que es mundialmente conocido como Fitz Roy.
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